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EL TEATRO QUE SE HIZO ANTES DE LA PANDEMIA


Entrevista a José Alberto Gallardo Fernández por Roberto Sosa López.


Profesor en CasAzul. Director en El Teatro de la Brevedad. Trabajó como Profesor en Colegio de Literatura Dramática y Teatro. Trabajó como Laboratorio de Teatro Contemporáneo en UACM. Trabajó como Director en FORO QUINTO PISO. Trabajó como Director de Difusión Cultural en ITESM Campus Santa Fe. Trabajó como Profesor en Universidad de Negocios ISEC. Estudió en Centro Universitario México A.C. Estudió Literatura Dramática y Teatro en Facultad de Filosofía y Letras (Universidad Nacional Autónoma de México).


Su labor como dramaturgo, actor y director es vasta y extensa. Como creador toma riegos, se atreve (en algunas obras suyas he sido duro con mis opiniones) y se sale de las convenciones; le gusta el performance y el teatro-danza. Sus obras (autor y director): “Taladro”, “Pecador”, “Jab Sparring”, “Vengo del sur”, “Estudio sobre el viento”, “Clitemnestra Parte II (El mito de la democracia); escribe y actúa: “Oír aullar una vez a los lobos”, escribe “Cuacoyotl La subversión de la criadas”, paráfrasis de Las Criadas de Jean Genet. Dirigió: “Litósfera”, “Sumergibles” y “Lo que soñé ese día que me quedé dormido bajo el puente”. Actuó en “Eco”, “Lulú” y “Medea”. Entre otras más.

Sus respuestas a las preguntas son extensas como su trayectoria


-RS. ¿Por qué haces teatro?

-JAG. Si partiera de cómo me acerqué al Teatro, sostendría lo que casi siempre me he narrado: que fue una casualidad, aunque hoy ya lo dudo bastante, porque desde muy chico quería dos cosas: quería ser bailarín y jugaba a que hacía películas con mis muñecos. Ahora, a ése por qué, casi no puedo darle una respuesta tan concreta, así que en todo caso, podría afirmar que hago Teatro porque desconfío mucho de mí, de mi percepción de la realidad, de mis convicciones y en consecuencia -supongo-, del entramado y andamiaje de la realidad. A lo largo de mi vida he visto cómo mis más profundas creencias han ido desmantelándose, o cómo yo mismo que he sentido tanta curiosidad frente a determinadas afirmaciones, que he acabado por querer asomarme a sus bastidores. Y es verdad que el Teatro, desde que comencé, me ha confrontado sin concesiones -aunque no me percatara de inmediato-; me ha obligado a mirarme al espejo y me ha ayudado -mucho-, a reconocer cada vez más, en su medida más justa, a las otras personas. Y también es verdad que tener el privilegio de poder dedicarme a algo donde, entre un grupo de personas intercambiamos dudas para luego materializarlas de alguna forma a través de acciones y de cierta composición en un escenario, en presencia de otras personas, es algo que ni siquiera sé cómo agradecer más que intentando trabajar desde la mayor honestidad -cosa que escribo fácil-, pero que en realidad conlleva fracaso y un reconocimiento continuo de él. Así que creo que hago Teatro por todo ello, por dudar, por curiosidad, por reconocimiento y desde luego, por la alegría que conlleva compartir el trabajo con personas cuyo pensamiento y talento, día a día me sorprende y cuyo afecto, atesoro. Y por la tensión que implica colocar nuestro trabajo delante de espectadores que al final nos hacen ver qué tan honestos hemos sido realmente, y todo ello es lo que da forma a mi experiencia de mundo, de realidad.


-RS. ¿Qué te retribuye?

-JAG. Desde siempre me ha retribuido tanto una forma de libertad que no obstante, siempre me ha costado reconocer de manera genuina. Una forma de libertad, porque también desde siempre, aunque ahora de forma un poco más consciente -espero-, he creído que el Teatro puede ser el espacio de la probabilidad, de “lo que puede ser” en oposición a lo que suponemos “que es” o más aún, “que debe ser”. Así que en ese sentido, me retribuye también el contar con un espacio para aventurar inestabilidad, caos y donde poder hacer convivir elementos que en la cotidianidad “normalmente” no podrían convivir pero que quizá, habitan de forma latente en el imaginario, en la nostalgia, en el anhelo y sobre todo, en lo inenarrable de nuestra condición humana. También me retribuye encuentro, siempre encuentro, con mis compañeras y compañeros, con los espectadores, con las y los colegas. También una forma de espejo, de poder ver en el escenario, quizá una parte más genuina de quién soy o de cómo me concibo y concibo al mundo. Y en última instancia, el ecosistema para que la imaginación compartida respire aunque sea por un instante.


-RS. Hoy ante la pandemia ¿cómo afrontas la inactividad?.

-JAG. Bueno, pues en realidad no he estado tan inactivo y en ese sentido quiero agradecer tanto a CasAzul como al Teatro El Milagro, dos ámbitos en los que he podido seguir activo, incluso con la inactividad generalizada. Con El Milagro, el año pasado, tenía una tercera parte de SOBREEXPUESTA montada cuando comenzó la cuarentena. Pero nunca dejamos de trabajarla y fue para nosotros, un vehículo para dar cauce a nuestros cuestionamientos frente a la incertidumbre generalizada. Como todos, trabajamos por internet e hicimos la Ficción Telefónica. Luego en mayo volvimos a ensayar y estrenamos finalmente en agosto y mantuvimos temporada hasta noviembre, contra todo pronóstico. Y con CasAzul nunca paramos las clases e incluso llegamos a ensayar en noviembre y diciembre de forma presencial y aunque tuvimos que renunciar a hacer la puesta en escena, logramos grabar unas escenas que al final fueron muy estimulantes. Ahora, frente a ello, lo cierto es que me acometió -como a la mayoría, supongo-, primero una ansiedad y luego una tristeza profunda que a la fecha cargo y que no alcanzo a nombrar, porque responde obviamente al estado de cosas, pero en cuanto al Teatro en particular, también al reconocimiento del estado del Teatro antes de la pandemia, a cómo ésta ha venido a confirmarlo y acrecentarlo incluso: que nuestro lugar es tremendamente precario, que la forma de vida a la que como sociedad hemos caminado, coloca al Arte y al Teatro en particular, en un lugar completamente incierto. Así que también he afrontado la inactividad en los teatros con inevitables reflexiones acerca de nuestro quehacer en todos sentidos: su lugar en la sociedad, el sentido del entretenimiento vivo, los experimentos vía internet, etc. No tengo desde luego, ninguna conclusión a todo este tiempo. Sólo que tengo las convicciones de que el Teatro no es útil ni utilitario al capitalismo; que en el Teatro sí es factible retirarse la máscara de forma genuina; que el Teatro puede ser un espacio de desmantelamiento de cuanto damos por hecho. Y que quizá en todo ello radique su carácter absolutamente necesario.




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