Aquí la charla que tuvo Roberto Sosa López con David Gaitán.
Estudió en la Escuela Nacional de Arte Teatral. Vive en la Ciudad de México. Hablar del teatro contemporáneo en México será necesario nombrar a un artista que crea, escribe, dirige y actúa: David Gaitán. Su talento ha traspasado fronteras, es reconocido en los países donde se ha presentado, su capacidad creadora queda fuera de toda duda.
Su labor como dramaturgo incluye adaptaciones de textos clásicos: “Escurrimientos y anticoagulantes” versión de “Crimen y castigo” de Fiódor Dostoievski; “Ricardo III Versión 0.1” adaptación del clásico de William Shakespeare; de Sófocles adaptó “Edipo: nadie es ateo “ y “Antígona” (la cual le valió el reconocimiento de la crítica especializada en España en 2020), y “Enemigo del pueblo” de Henrik Ibsen . Entre otras.
Ha escrito y dirigido obras como: “La pura idea excita”, “La velocidad del zoom del horizonte”, “El camino del insecto”, “Simulacro de idilio” “Mirando al precipicio por encima de mi hombro”, “Romeos”, “Los equilibristas” y “La ceguera no es un trampolín”. Con Alonso Ruizpalacios coescribió “Reincidentes”. Dirigió la lectura dramatizada “Voces contra el poder”. Como actor lo hemos visto en “El camino del insecto”, “Los invertebrados”, “Esto no es Dinamarca” y “Zoológico de cristal”. Son algunas obras de muchas otras donde queda constancia del talento creador de David Gaitán. Esto fue lo que nos comentó en una breve entrevista.
-RS ¿Por qué haces teatro?
-DG. La respuesta a esta pregunta ha cambiado mucho con el tiempo. Me parece que empecé por responder que simplemente era el lugar en donde mejor me la pasaba, y era verdad; después, ante la necesidad de articular algo más elaborado (para el mundo y para mí) entendí, después de una reflexión importante sobre el vínculo entre haber sido educado como ateo y mi decisión profesional, que me vuelco al teatro en búsqueda de un sentido ritual cuyo centro de veneración es el ser humano; sus vicios, alcances, locuras, contradicciones... De un tiempo para acá, quizá por la pandemia, he sentido que necesito encontrar una respuesta que, si bien no descalifique las anteriores, me permita recuperar un sentido vocacional que por momentos se vuelve huidizo.
-RS. ¿Qué significado tiene para ti?
-DG. Desde hace 16 años el teatro ha estado al centro de todas mis actividades. Ahí he construido mis afectos, mis amistades más sólidas, mis amores más potentes y la vida que tengo es consecuencia de elegir al teatro como eje gravitacional. Es decir, soy quien soy por (y para) el teatro. Responder qué significado tiene para mí es muy complicado porque implicaría reducir a algunas oraciones lo que me resulta inabarcable. El teatro me es tan significativo que últimamente he reflexionado justamente sobre su protagonismo en mi vida. Si bien no me arrepiento de ninguna decisión, la idea de que mi identidad pueda cimentarse también en otras arquitecturas es una que ha ido ganado fuerza. Tiendo a pensar mucho en mi muerte y, frente a semejante horizonte, cualquier panorama se hace chico.
-RS. Y en medio de la pandemia ¿Cómo afrontas la inactividad, sin crear, actuar, etc.?
-DG. Como puedo. Mal, seguramente. Con demasiada locura y poca asertividad, por momentos. De la resignación a la furia, de la locura productiva a la abulia laboral, de la misantropía a la filantropía... He tenido suerte, me he mantenido sano y he podido trabajar, pero no sé si eso es “afrontar” la situación, más bien me siento esquivando tantos golpes como puedo y, cuando sucumbo, sacudo los brazos tan dignamente como puedo para mantener la cabeza a flote. Mucha muerte, mucha angustia, muchas peleas entre gente que se quiere... No hay manera de salir entero de algo así. El deseo se reduce, me parece, a que después podamos mostrar con belleza las heridas. Que el reencuentro sea eufórico, cálido, solidario, deliciosamente catártico... Ahí imagino un consuelo posible, pero remoto.
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