Por Roberto Sosa López
¿Víctimas, mártires…? En una comunidad de un país asiático, las mujeres ejercen el poder, es el matriarcado más antiguo del mundo. Una mujer ataviada a las costumbres de aquel lugar inicia un rito a partir de un libro y con las percusiones de un instrumento. El telón de fondo tiene una abertura, semejante a enorme vagina que está pariendo a otras mujeres para dar inicio al espectáculo. “No se trata de otro discurso feminista”.
Las cuatro son contemporáneas, crecieron escuchando las mismas canciones, comparten referencias, incluso –se dice- su periodo menstrual; el escenario se convierte en un ritual dancístico que vira hacia la deconstrucción de lo femenino. El performance se convierte en un espectáculo artístico, estético y lucido que por momentos pierde lo ético y transita por lo erótico.
Itzhel Razo se reunió con Angélica Baños, Aline Lemus y Samy Nevarez en un laboratorio de creación dramática, el resultado es Carne de cañón, un texto que indaga el universo femenino que inicia con referencias de una cultura oriental. Itzhel vuelve al biodrama para articular un espectáculo donde la desnudez va más allá de mostrar la anatomía. La protagonista se atreve con escenas potentes, fuertes y quizá para algunos inconvenientes.
La obra desde mi perspectiva tiene dos lecturas, reúne lo místico de una cultura ancestral con lo contemporáneo y cotidiano. Como espectador me seduce el desnudo femenino, son cuatro cuerpos estéticamente bien construidos; como periodista teatral, tengo que analizar y ser lo más objetivo posible. Lo que hace Itzhel en el escenario me mete en apuros, me conflictua.
La dramaturgia y dirección son de Itzhel Razo con la participación de Angélica Baños, Aline Lemus y Samy Nevarez. Escenografía y vestuario, Anayansi Díaz; diseño multimedia, Yoatzin Balbuena; diseño sonoro, Ángel Luna; iluminación, Roberto Paredes; movimiento, Luis Galavitz. Las funciones son en el Teatro El Milagro, solo este fin de semana.
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