Por Viridiana Nárud
Uno asiste al teatro por necesidad de entretenimiento, a veces ni siquiera es que uno busque la catarsis. Pero hay puestas en escena que te hacen preguntar por qué algunas personas continúan haciendo teatro. Carne es una obra la cual fue anunciada en redes constantemente y si bien el título me parecía feo, quienes conforman el elenco y dirección me hicieron creer que uno no debe de juzgar toda una obra sólo por su título. Asistí el día del estreno.
Lo primero que veo es una gran escenografía que pretende ser ¿una cocina de casa o de un local? Comienza la obra y entiendes que es la cocina de algún millonario de algún tiempo con muy mal gusto. Después están estas video proyecciones en donde lo que se ve al inicio son trozos de carne que cuelgan. La iluminación juega en su contra porque no sólo resta brillo a lo que se proyecta sino también genera sombras de unas lámparas que fueron colgadas en medio de la escenografía. Pareciera que no hubo un diálogo entre escenografía, iluminación y video proyección.
Comienza la historia. Un joven con un oscuro pasado regresa a casa después de muchos años. Su fe tiene que ser puesta a prueba ya que es la única manera que tiene para ordenarse como sacerdote. La obra está llena de obviedades, desde el nombre que se le elige a la protagonista: Eva. Para una sociedad judeocristiana sabes que Eva fue la primera mujer que hace caer al hombre del Paraíso. Milton la muestra como una mujer que teme perder sus comodidades debido al pecado que ha cometido. Esta Eva es también una mujer amante de sí misma, la manzana de la discordia, el deseo que rompe con el orden del mundo.
Hablemos del vestuario. Eva aparece con un vestido blanco que parece manchado de sangre, feo en verdad, que poco demuestra la belleza de esta mujer. Luego se le coloca un collar rojo que parece carne. Nailea Norvind tiene una belleza innata que permite que el vestido y el collar no luzcan tan feos, pero es demasiado obvio que los rojos utilizados en el vestuario de ella simbolizan la carne.
La trama transcurre. Lo que se supone debería de acontecer como una tragedia griega termina como aquello que Aristóteles advierte no debe pasar, un Deus ex machina arregla todo. La obra es sorprendente no porque genere sorpresa, sino porque aquello que sucede no tiene lógica dentro de la trama. Son ocurrencias cometidas para transgredir la moral del espectador.
Las video proyecciones transcurre y sucede lo que yo llamo un pleonasmo visual: se veo lo que se habla. ¿Por qué tendría que ver aquello mismo que se enuncia? Restan capacidad a la imaginación y lo que podría imaginarse terrible, acótense como un loop de telenovela. Otra cosa más que me sucedió al ver el estreno de esta obra: ¿Hubo ensayo general sin público? ¿Hubo más de un ensayo? Porque los actores aún no parecían conectados, ni siquiera sabían como reaccionar el uno del otro. Es cierto que la historia no soluciona esto, pero en los ensayos podrían haber pulido un poco de esa falta de conexión que existe entre los personajes y el por qué existen.
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